domingo, 29 de julio de 2018

Romance inesperado (Parte 3)



El corazón se me aceleró mientras sentía su pecho pegado a mi espalda y se me introducía ese característico olor a canela.

A penas pude articular palabra alguna.

Aparté sus manos con suavidad y, al mirarla me quedé absorto.

- María…

Sus ojos se clavaron en los míos y nuestros labios se fundieron en un intenso beso.

*

*

*

- Parece mentira que haya pasado un año desde que decidí marcharme junto a María para emprender una vida juntos. [Dije sonriendo].

- Aún no me lo creo, Pedro. [Dijo mi amigo Juan al otro lado del teléfono]. Recuerdo que siempre nos decías que nunca iba a pasar nada entre vosotros porque era tu profesora y ahora mira.

- La vida siempre te da sorpresas.

- Bueno, Pedro, tengo que marcharme. Hablamos en otro momento.

- De acuerdo, Juan. El fin de semana que viene vuelvo a Murcia, a si que prepárate.

- Tomo nota. Un abrazo.

Tras colgar, oí que la puerta se abría. Se trataba de María.

- Ya estoy en casa, amor. [Dijo besándome].

- ¿Cómo te ha ido el día?

- Agotador. [Dijo dejándose caer en la cama]. Tenía muchas ganas de llegar a casa. No podía más.

- ¿Quieres un masaje?

- Si, por favor. [Dijo sonriente].

Se quitó la camiseta, se desabrochó el sujetador y se tumbó boca abajo en la cama. Yo me eché aceite en las manos y comencé a masajear.

En ese momento, María me hizo una de las preguntas que menos me esperaba.

- Pedro, necesito preguntarte algo. [Dijo con cierto tono de preocupación]. He hablado por teléfono con Lucia y me ha venido algo a la mente. Cuando trabajaba allí, llegó a mí un rumor. Me dijeron que, en el viaje que hicisteis a Italia, pasó algo entre vosotros ¿Es cierto?

Era el momento de contarle la verdad sobre mi relación con su compañera de trabajo, Lucia.

Todo comenzó el año pasado, en la semana de exámenes. Me encontraba en la biblioteca del centro, estudiando para el examen de literatura universal que tenía al día siguiente.

Esta hizo aparición.

- Hola, Pedro. [Dijo sentándose a mi lado].

- Muy buenas, Lucia. ¿Hoy te toca vigilar la biblioteca?

- Si. [Dijo con cierto tono de desesperación]. Para la gente que hay, lo veo una perdida de tiempo.

- La verdad es que si. [Dije riendo]. ¿Podrías ayudarme con esto?

- Por supuesto. [Dijo cogiendo mis apuntes].

Comenzó a explicarme brevemente el tema y, a la vez, iba marcando algunos puntos.

- Pedro, yo no debería hacer esto, pero has trabajado mucho y te lo mereces. [Dijo sonriendo mientras me los devolvía]. Te he marcado unos puntos que voy a poner seguro. No se lo digas a nadie.

- Muchas gracias, Lucia ¿Cómo te lo podré agradecer?

- Seguro que encontrarás la forma. [Dijo dándome un sutil y sensual beso en la comisura de los labios].

Tras esto, se levantó y se sentó en su mesa.

Al principio me quedé algo perplejo, pero, más tarde, Pensé que no había sido mas que una casualidad y no lo había hecho adrede.

Seguí estudiando hasta que me acordé de algo que tenía que hacer.

- Lucia, tengo que pedirte otro favor. [Dije riéndome]. Estoy ayudando a María a promocionarse y para ello, estoy haciendo fotos a la gente con su novela.

- Por supuesto. Lo haré encantada. [Dijo levantándose de su asiento]. Después de esta, nos echamos una juntos.

- De acuerdo.

Tras hacerle la foto con la novela, puse el temporizador y nos pusimos frente a la cámara.

Para mi sorpresa, comencé a notar como su mano iba descendiendo hasta sobrepasar los límites de la espalda.

Sin saber por qué y de manera automática, realicé la misma acción, agarrando firmemente su trasero.

Eso fue todo, hasta el día siguiente.

Me encontraba en clase, dispuesto a hacer el examen de literatura universal con Lucía.

Todo era normal. Mis compañeros entregaban sus exámenes casi vacíos de manera veloz.

Tras hora y media, todos se habían marchado y tan solo quedamos Lucía y yo.

- Por fin se han marchado ¿Tienes alguna duda con el examen? [Dijo apoyándose en mi mesa].

Al echarse hacia adelante para hablar conmigo, su fina camiseta cedió, mostrándome parcialmente sus sensuales y exuberantes senos.

Mis ojos se desviaron hacia su busto y, claramente, ella se percató.

- Podrías ser un poco más disimulado ¿No? [Preguntó sonriendo].

- Disculpa… yo… [Balbuceé nervioso].

- No te preocupes. Es algo natural. [Dijo apoyando su mano en mi hombro]. Solo es que me ha sorprendido. No estoy acostumbrada a que un alumno me mire así y menos con las compañeras que tienes.

- Ninguna me llama la atención. Deberían envidiarte.

- ¿Envidiarme?

- Por supuesto. Mírate. Guapa, sexy, inteligente…

- Me voy a poner colorada. [Dijo llevándose las manos a la cara]. ¿En serio te parezco sexy?

- La duda ofende. [Dije guiñándole un ojo].

Se acercó a mí y comenzó a acariciarme la cara. Yo, sin contarme un pelo, comencé a acariciar sus piernas y, poco a poco, fui deslizando mis manos bajo su falda.

Mis dedos se introdujeron en su entrepierna, mientras ella cerraba los ojos y se remojaba los labios.

Tras levantarle la falda y quitarle la ropa interior, la posé encima de la mesa.

Introduje mi cabeza entre sus piernas. Nunca había hecho nada semejante, pero con ella era distinto.

Mi lengua se introdujo entre sus húmedas y estrechas paredes, mientras mis manos jugueteaban con sus senos.

Aún recuerdo aquel momento. El pulso acelerado, la respiración entre cortada de Lucia.

Por desgracia, fuimos interrumpidos por la campana del instituto, la cual nos indicaba que había terminado la clase, por lo que, por miedo a ser descubiertos, cesamos en nuestra aventura, pero esto fue solo el principio.

No volvió a ocurrir nada entre nosotros, salvo alguna conversación por Facebook, hasta el día de la excursión.

Nos encontramos todos a las ocho de la mañana en la puerta del centro y comenzamos a subir en el autobús.

- Y María ¿No viene? [Pregunté intrigado a Lucía].

- Me ha llamado y me ha dicho que no podía. Se ha puesto enferma.

Por un lado, me fastidiaba, por lo que sentía por ella, sin embargo, por otro lado, me parecía que iba a ser un viaje interesante con Lucia.

Una noche, aprovechando que se quedaba sola en su habitación de hotel, me avisó para que fuera a cenar con ella.

Llamé levemente a su puerta y esperé nervioso a que me abriera.

Ahí estaba, apoyada en el marco de la puerta, tan bella y resplandeciente, vestida con un fino camisón que daba rienda suelta a mi imaginación.

- Adelante. [Dijo sonriente]. ¿Qué llevas ahí?

- Una botella de vino, para acompañar la cena.

- Eso me pasa por no registrarte. [Dijo riendo].

Tras cenar, comenzamos a charlar hasta que nos quedamos unos segundos en silencio, mirándonos a la cara, inmóviles.

Sin pensármelo, me lancé y la besé.

Comencé a quitarle lentamente la ropa. Mis manos, suavemente, serpenteaban por su cuerpo desnudo.

Sabíamos que estaba mal y no debíamos hacerlo, pero lo necesitábamos. No podía rechazar el sudor que aquellos senos me ofrecían.

Ambos cedimos sin remediarlo. El pulso acelerado, la respiración entre cortada, el sudor que emanaban nuestros cuerpos, desnudos y unidos.

Nos dejamos llevar durante horas hasta que nos desvanecimos.

A la mañana siguiente, desperté con Lucia, desnuda y dormida sobre mi pecho.

Abrió los ojos y me miró y sonrió.

- Buenos días. [Dijo posando sus labios en los míos].

- Buenos días. Creo que debería irme a mi habitación. Si no me ven mis compañeros, van a sospechar.

Tienes razón. Nos vemos más tarde.

El resto del viaje actuamos como si nada hubiera pasado, aunque nos seguíamos viendo a escondidas.

Como imagino que, algún día, esto será leído por alguien, imagino que querrá saber cómo acabó todo. Querrá saber por qué acabé con María y no con Lucia. Todo esto tiene una explicación.

Uno de los últimos días de clase, entré a la clase de Lucia y la encontré corrigiendo exámenes.

- Hola, Lucía ¿Qué tal estás?

- Cansada [Dijo soltando el bolígrafo]. No puedo más.

- Necesitas descansar. [Dije masajeando sus hombros].

Lucía se giró rápidamente y me besó de forma apasionada. Mi único problema con ella era que una vez que empezaba, no podía parar.

- No te preocupes. [Dije besándole el cuello]. Deja que te quite el estrés…

- Pedro, no puedo, tengo que…

- Shh… calla. [Dije posando mi dedo en sus labios]. Siéntate y disfruta.

Me acomodé bajo la mesa, levanté su falda y deslicé su ropa interior por sus piernas.

No podía creer lo que estaba haciendo, jamás había llegado hasta tal punto, pero no podía controlarme.

Podía oír como arrugaba los papeles de su mesa mientras dejaba escapar algún gemido de placer.

De pronto, se escuchó que llamaban a la puerta y me temí lo peor.

- Hola Lucía ¿Qué tal estás?

Esa voz. Era María, no había ninguna duda. Mentiría si no dijese que no estaba nervioso.

Ahí estaba yo, bajo la mesa de Lucía, mientras María charlaba con ella.

Por un lado, me gustaba la sensación de poder ser pillado, pero, por el otro, se trataba de María, la única mujer que he amado.

Por un momento, se hizo un silencio total.

- Veo que te estoy interrumpiendo… [Dijo con cierto tono de vergüenza].

Oí como se cerraba la puerta y Lucia, rápidamente, me agarró la cabeza y me pidió que continuara.

Volví manos a la obra buscando el placer absoluto de Lucía, pero mi mente estaba en otra parte.

Recuerdo que mi boca comenzó a humedecerse más mientras ella me agarraba del pelo, aguantando un sus ganas de gritar.

Cuando terminamos, me despedía de ella y me aconsejó algo que no esperaba.

- Pedro, los ratos que he pasado contigo han sido estupendos y te aseguro que siempre los voy a recordad, pero, seamos sensatos. Yo estoy casada y tú estás perdidamente enamorado de María, no intentes disimularlo. Se que de verdad la quieres. No seas tonto y no la dejes escapar.

- Gracias por todo, Lucia [Dije besándola por ultima vez].

Aún hoy, en mi cuarto, sigo teniendo colgada aquella foto que nos echamos juntos ese día en el que comenzó todo.

Alguna vez que me he quedado solo y la he contemplado, he llorado. La añoraba. Sus ojos, sus labios, su piel. Todo.

Al menos, siempre me quedará el recuerdo.

*

*

*

- ¿Y bien? [Preguntó de nuevo María].

- No hagas caso. Son solo rumores… 

© Pedro Ibáñez Béjar

No hay comentarios:

Publicar un comentario